José García Segura
Noviembre 17 de 2022… El hartazgo social que llevó al poder a Andrés Manuel López Obrador hace 4 años es el mismo que lo tirará del tabique en que se encuentra.
La política agresiva, de confrontación impulsada por el presidente mexicano dio paso a la inconformidad manifiesta el domingo 13 en nuestro país.
La marcha pro INE (no en favor del consejero presidente, que ya se va), fortaleció al órgano electoral y a la democracia en México.
Tras la movilización y a pesar de ser “constructor” del movimiento que ganó la elección presidencial de 2018, el senador zacatecano Ricardo Monreal se convirtió, sin proponérselo, en líder de un movimiento apartidista que “en una de esas” lo llevaría a la silla que ocupa su antiguo jefe y amigo.
El precandidato presidencial dice que se sumará a la contramarcha
convocada por el Obradorato el jueves 27 por el Paseo de la Reforma, la avenida Juárez y Madero hasta llegar al zócalo de la ciudad capital.
Bueno, hasta la secretaría de Estado de Estados Unidos considera al INE como “piedra angular” de la democracia mexicana.
“Estamos al tanto de las protestas para no tocar al Instituto Nacional Electoral (INE) que tuvieron lugar a lo largo de México este fin de semana”, declaró el vocero de la dependencia.
El que está super enterado de las protestas, o al menos así parece, es el presidente Obrador quien en horas recientes dio para atrás a su intentona de reforma electoral, aunque anticipó que como predicador
que es (“el Creador aprieta, pero no ahorca”) encabeza la marcha
citada contra la ocurrida el día 13.
De acuerdo con el jefe de las instituciones nacionales, los
conservadores que participaron aquel día “tienen bastantes billullos”.
Enseguida se preguntó algo que no cabe en su mente: ¿cómo es posible que valga lo mismo el voto del pobre que el voto del rico?
El presidente Obrador reveló un “plan B” en caso de ser rechazada su pretendida reforma constitucional.
(En la marcha ciudadana) “no participó mucha gente…yo calculo que por eso no vinieron al Zócalo. No hubiesen llenado ni más de la mitad del Zócalo. Deben haber sido 50, 60 mil. El Zócalo se llena con 120 mil, estimó burlonamente el individuo más enojado con el movimiento
que unió, en su contra, a decenas, cientos, miles de personas.
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