Rogelio Raya Morales
Pero existe otra visión de la problemática que va a la naturaleza misma de la universidad y a su contextura histórica de vinculación social con los problemas reales e inmediatos de la sociedad. Es una visión que casi no se discute, que no llama la atención de la comunidad universitaria que, como tal, se encuentra inmersa, jugando cómodamente, en un cierto confort ilusorio, con los mecanismos de funcionamiento neoliberal de la universidad.
En esta visión, los procesos docentes que implican el enseñar y el aprender, más que simples transmisores de conocimientos en que se convirtieron merced al error de formar sólo para el mercado laboral, deben tener como objetivos los de aprender a pensar para estar en posibilidades de llevar esos conocimientos como beneficios al seno mismo de la población, los de formar con un espíritu de sensibilidad hacia el otro, que es la base de la solidaridad que hoy requieren el maltrecho tejido social y la convivencia ausente de humanismo. En esta visión, la educación debe ser integral, es decir, debe contribuir a formar un sujeto capaz de participar en los procesos de producción de bienes y servicios, base material de una vida vivida con decoro. Esto es poner la educación al servicio de México, al servicio de la solución de sus grandes problemas y también de los problemas por los que atraviesa en estos momentos la humanidad entera.
Hace tiempo decíamos que no fue fortuito el ataque a la universidad, sino que se ubicó muy bien el momento: se dio cuando la universidad estaba en el mayor desprestigio, contra el cual, los órganos de gobierno, no hicieron nada (se dejaba que se desprestigiara a sus estudiantes maestros, empleados, etc., sin argumentar nada), cuando hubo menor presupuesto, desvinculación total con la sociedad, apoliticismo general de su comunidad, desmovilización y apatía política. La autoridad, colaboró con esto, aún a costa del consejo universitario, al que convirtieron en una simple asamblea de ratificación de decisiones que se tomaban extramuros.
La universidad se enganchó en los mecanismos (la visión y misión) e ideas derivadas de un modelo hegemónico: el neoliberalismo.
El sistema de jubilación, los contratos colectivos, los sistemas de apoyo estudiantil y, principalmente, todo lo concerniente a las funciones sustantivas de docencia, investigación, y difusión y extensión de la cultura, sucumbieron a las exigencias del modelo neoliberal. El estado sólo aprovecho el momento para dar el golpe.
El no entender, por los universitarios, lo que significa la autonomía y las funciones de la educación pública, hizo que la universidad como institución se enganchara en los mecanismos controladores y disminuyentes de la educación pública. Hay corrupción no sólo por el dispendio, robo o desvío de recursos financieros, sino por la perversión que se hizo de la función social de la universidad. Así fue como se le separó a la universidad de la sociedad.
Hoy un compromiso que debe asumir todo universitario y todo ciudadano interesado en la educación superior, es intentar una explicación a lo que realmente pasa en la universidad. Debemos entender que las jubilaciones, los contratos colectivos, el mejoramiento del salario, el mejoramiento de las condiciones de trabajo, y su progreso, son parte de la lucha entre el capital y el trabajo. Todo esto son derechos laborales que históricamente fueron y seguirán siendo arrancados a la clase capitalista por la clase trabajadora mientras exista el modo de producción capitalista. La historia, como se cree en una visión simplista no ha terminado. Recomienza y necesitamos saber a dónde vamos. Pero esta lucha es solo una parte. La otra, de igual o mayor importancia, es recuperar la esencia de la educación superior. La transformación delas universidades debe venir de las mismas universidades.
Hoy, existen posibilidades, de avanzar, pero es difícil desmontar los mecanismos neoliberales que sumieron a nuestra educación superior, casi todas las universidades e institutos de educación superior, en la situación en que hoy se encuentra si no asumimos una visión dialéctica, histórica en el análisis de su situación. Pero hay que comenzar. La discusión de distintas visiones es un paso adelante.
Construyamos la nueva universidad sobre esta gran crisis educativa. Como bien lo plantea el maestro Severo Iglesias “la Educación universitaria debe ser:
Científico-crítica, para asimilar, transmitir e impulsar la ciencia la cultura y la técnica acompañadas del reconocimiento de las condiciones y los fines sociales; capaz de generar nuevos proyectos y conscientes de sus responsabilidades con México;
Humanista, que tenga a la vida humana como principio de su saber y como fin de su actividad; que haga cumplir la reflexión racional sobre el mundo y el hombre.
Popular, que promueva la educación de los hijos de los trabajadores de la ciudad y del campo y que tenga por fin social solventar las necesidades de la mayoría.
Nacional, orientada a la conquista de la soberanía económica y política, la suficiencia agropecuaria, la autodeterminación y la renovación tecnológica y el engrandecimiento de la cultura mexicana”. Estas tres características, deben ser parte de las funciones sustantivas de la educación superior. Si esto se logra, esa será la nueva universidad.
Recuperar la esencia de la educación pública, la única que, por definición, puede formar a los ciudadanos con una visión humanista y con un alto compromiso con los intereses de la sociedad. Esa es la cuestión en estos momentos de transformaciones sociales.
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