Por Esteban Salomón
Ya el 2023 empezó a caminar y Alfonso Martínez Alcázar sigue dando muestras de la ineptitud de su administración y lo difícil que le resulta cumplir con sus promesas. No cumplir lo que ofrece es su característica, lo hizo en su primera gestión como alcalde Fifí o Conservador y lo sigue haciendo ahora. Una y otra vez dijo que el puente de Siervo de la Nación estaría terminado y ya en funciones el primer día del 2023 y, por supuesto, no cumplió. Ha, pero eso sí, en redes sociales sigue pagando publicidad, vanagloriándose de un gobierno municipal que tiene todo, menos brillo.
Y, por cierto, quien le dio brillo a Morelia fue Víctor Manuel Tinoco Rubí al dejar los portales y plazas de la capital michoacana libre de comercio informal, de ambulantes, pues; pero el nefasto Alfonso Martínez Alcázar, como todo buen Fifí y Conservador que se precie de serlo, cambio esa imagen y ahora los portales lucen, otra vez, llenos cada vez más de mesas que ocultan esa belleza arquitectónica que los distingue. Alfonso les quita el brillo que les dejó Tinoco Rubí.
Martínez Alcázar cambió los ambulantes de barrio por los de “alcurnia”, por los que están a su altura de alcalde Fifí y Conservador. Son, ahora, los invasores de los portales, grandes comerciantes afines a Alfonso.
Ya se sabe que Alfonso Martínez Alcázar tiene doble cara para alcanzar sus ambiciones políticas y no le importa agarrarse de cualquier sector social, asociaciones o tema para conseguirlo. Ya lo demostró cuando se vistió de independiente para llegar a la presidencia municipal la primera vez, renegó de los partidos a morir y se abrazó de ellos para volver a ocupar la alcaldía de Morelia por segunda vez.
Ahora, agarra la causa animalista para acarrearse la simpatía de un enorme sector de la sociedad que lucha por los derechos de los animales, por protegerlos; pero Alfonso incurre en graves errores que lo hacen detestable para quienes están en contra del maltrato a perros y gatos.
Y una de las principales banderas de los animalistas es acabar con la pirotecnia cuyo sonido lastima severamente a los perros, pero también causa estragos en humanos enfermos, en niños autistas.
Y Alfonso Martínez Alcázar, por quedar bien, como buen Fifí y Conservador, con la iglesia, con el arzobispo Carlos Garfias Merlos, el Día de Reyes permitió que la Catedral se convirtiera en la sucursal del infierno con un “espectáculo” de pirotecnia que rebasó todos los límites permisibles de decibeles. Ese ruido se escuchó hasta el libramiento sur.
¿Quién le dijo a Alfonso Martínez Alcázar y al arzobispo Carlos Garfias Merlos que los Reyes Magos llegaron a adorar a Cristo acompañados de cuetes? Seguro que si Jesús volviera los agarra a latigazos –a Alfonso y a Carlos Garfias- como lo hizo con los mercaderes.